23 abril 2010

Betty

Hace una semana Ugly Betty nos dejó, bueno, a mí, a ustedes no sé, que la han abandonado como a un perro en agosto.

Pues muy mal, porque fue una serie maravillosa y sí, me alegro de que tuviera poca audiencia y de que alguien haya decidido cancelarla porque cuatro es un buen número, sobre todo cuando la historia no da para más. Porque todo tiene un límite y hay que saber parar. Ahora todo el mundo hablará de Ugly Betty como la serie que falló y fue cancelada. Y no, hay que hablar de ella como la serie que nunca decepcionó, porque no tuvo tiempo para hacerlo.


Ugly Betty fue una parodia de culebrón, pero claro, tenía personajes reales disfrazados de caricatura que necesitaban un hilo argumental culebronesco para vivir. Sin embargo, los parámetros fueron cambiados desde el principio. El objetivo final de Betty nunca fue encontrar un gran amor, ni sentirse aceptada. Betty fue aceptada casi desde el principio, Betty solo quería ser una chica independiente, moverse en Manhattan como una más y sí, claro, convertirse en editora. El tema de la fealdad y los brackets no servía como barrera, más bien lo contrario, y aquí lo verdaderamente importante era que se trataba de una chica latina de Queens. Y en esto está la diferencia. De pronto los latinos molaban y ni siquiera tenían dinero. Pero la serie se volvió maravillosa con su delicado tratamiento del universo gay.


Pero la parodia fue elegante, no se trataba de una sitcom loca saltándose tópicos al tuntun. Si había un hermano desaparecido, ese hermano tenía que volver convertido en mujer. Y si una hija buscaba al padre que la abandonó al nacer, quizás éste no fuera el millonario dueño de la empresa, sino el cantante de los Kiss. Si hasta hubo una escena con Claire y Whillemina en la piscina para homenajear la famosa escena de Alexis y Kristell tirándose de los pelos bajo el agua en Dinastía. Hay parodias que se muerden la cola, Betty nunca lo hizo. Supo mantener siempre su estatus de comedia elegante, fue divertidísima, pero de pronto se sacaba de la manga un capítulo como el primero de la segunda temporada, con Hilda de protagonista, que te rompía el alma. O el penúltimo capítulo de la serie que no puedo explicar lo bonito que es. Betty es una parodia de un culebrón, pero su gracia está en que deja patente su pasión por el género.


Cuando Betty dio el gran paso para su cambio físico, más o menos por la época en que alguien decidió que la serie tenía que ir llegando a su fin, yo me sorprendí ¡Pero si estaba bien así! ¿Por qué tiene que vestirse mejor? y claro, recordé que era una serie sobre una chica fea, que tenía que volverse guapa. La metamorfosis fue maravillosa e imperceptible, ni siquiera nos enteramos. Y sí, Betty tenía que cambiar, porque todo en su vida la llevaba a ese punto, no lo necesitaba, pero era algo natural.

El momento brackets, tan esperado, fue fantástico (no lean si no lo han visto).


Betty tiene un sueño, el ángel de los dientes se le aparece y la lleva a conocer su vida si hubiera nacido con una dentadura perfecta. Entonces de pronto la vemos, bellísima, con un vestido negro increíble nada menos que de la colección de Victoria Beckham!!! pelo lacio, dientes rectos y blanquísimos. No es ella, pero es. Toda su vida es diferente, su hermana es fea, su padre idiota, Daniel la odia, ella tiene el poder y es desalmada... un capítulo maravilloso homenaje al macguffin de la serie, unos brackets que nada significaron pero que parecían enormes. Así que tenían que desparecer a lo Bestia, los aparatos se quedan enganchados en un sujetador de diamantes valorado en un millón de dólares. La dentista se los quita entre el tumulto y ... ya está, Betty ya no tiene Brackets. Ni siquiera notamos la diferencia, pero America Ferrara necesitaba su momento, y para eso fue el sueño, para verla divina.

El final de la serie, no es que fuera precipitado, fue lógico, lo habían preparado bien, pero nos sorprendió. Quizás necesitaban una temporada más para introducir la historia de amor. Pero bueno, yo me alegro porque la cuarta temporada no había empezado demasiado bien y en el momento en que nos enteramos de que la serie terminaba todo cambió. Los capítulos fueron increíblemente bonitos. A veces es mejor que pase esto, que la audiencia vaya mal y que alguien tome la decisión. Y, gracias a Dios en este caso fue gente con dos dedos de frente, Betty no podía quedarse sin el final que merecía.

Siempre recordaré Ugly Betty como esa serie de paredes blancas que tenía el aspecto de una mala comedia europea, la pasión de un culebrón venezolano y alma de teleserie americana.

Será difícil vivir sin ella, porque cuando aparecía, tu salón se llenaba de pájaros, flores y colores.


04 abril 2010

El final de Nip Tuck

Me quedé apalancada durante muchos días por culpa del final de Nip Tuck. No tenía ni idea de cómo hablar de él y ahora tampoco creo que la tenga. No leas si no has visto el capítulo final.

Nip Tuck terminó y yo, para variar, lo viví triste. Y la ausencia se notó más porque a todos nos cogió desprevenidos. Alguien dijo "Nip tuck termina mañana" y lo confirmamos al poner el capítulo y ver en los subtítulos el aviso de "Capítulo final". No sé exactamente qué pasó, la huelga empezó a liarlo todo, de pronto pasamos de una temporada de 22 episodios a dos de 10. FX había confirmado una nueva temporada y no solo eso, prometió que habría serie hasta el 2011, hubo líos con los números, la Sexta era la Quinta y la Séptima, la Sexta. Y de pronto un día va y se acaba. Y Troy y McNamara van y nos dejan... con lo puesto...



Muchas cosas se me habían ocurrido pero no di ni una, porque lo genial de esta serie es que jamás te daba lo que esperabas. Para lo bueno y para lo malo. Yo esperé que volvieran a Miami, quería verlos envejecer juntos, quería que Julia volviera con Sean. Quise que Christian se redimiera. Qué ilusa.

Nip Tuck fue irreverente, la quinta temporada nos dejó destrozados. Con la chiflada de Coleen Rose amenazando la vida de Sean y desestabilizando la idílica vida en Los Ángeles. Yo de verdad que no creía que la cosa pudiera ir a peor. No recuerdo haber visto en mi vida capítulos tan escalofriantes, ese asesinato entre peluches, qué cosa más desagradable. Ese tenía que ser el infierno, la serie no podía ser más sórdida.



Pero entonces llegó otra loca, la doctora Teddy Rowe que encima trajo tela, porque durante la quinta fue nada menos que Kate Sackhoff y cuando empezó la sexta nos tuvimos que conformar con el engendro de Rose McGowan, que además de no poder reirse no sabe actuar. Pero como no tenía que caernos bien, tampoco fue mucho problema. La verdad que su personaje estaba muy cogido por los pelos, supongo que la salida de Kate Sackhoff les hizo plantearse que aquello no iba a ningún lado y la chica desapareció como se merecía, descuartizada por uno de su calaña. Y su ausencia ni la notamos. Y también vino el cáncer, y la supuesta redención. Christian por fin se había convertido en esa persona que todos sabíamos que llevaba dentro... que duró un suspiro claro. Porque en estas dos últimas temporadas madre de Dios... Qué pedazo de hijo de puta desalmado fue Christian Troy.

Yo de verdad que no podía creer que ese hombre hiciera lo que hacía. Nunca había visto a Christian tan feo, lo odié tanto que ni siquiera me resultaba atractivo. Todos estos capítulos de la sexta y la séptima eran tremendos porque los protagonistas, los pacientes episódicos fueron más extravagantes que nunca. A medida que pasaban los capítulos la bajada a los infiernos era brutal. Como aquel hijo que quería parecerse a su padre para que nadie se diera cuenta de que era adoptado, pero que en realidad lo que pretendía era parecerse a su padre porque así las orgías en las que participaban tenían más gracia. O aquella mujer que resultó estar enamorada del chimpancé que destrozó la cara de su amiga. O la modelo que decide volverse fea para poder pasar por fin desapercibida. ¡Y Matt McNamara en la cárcel y el implante de pechos!. Se me revuelve el estómago de recordarlo.

En cualquier serie, cualquier historia como ésta te haría revolcarte por los suelos, pero en Nip Tuck las cartas están dadas así. Y todos los personajes son capaces de vender su alma, a su hijo y a su madre, y te lo crees y te parece normal y lógico. Y con ese tipo de personajes, esperar un final feliz es estúpido. Y nada coherente. Nip Tuck ha sido desde el principio una serie que podía sacarse de la manga cualquier cosa. Hombres que pasan a ser mujeres, gays que pasan a ser heteros, nada chirriaba. Y ni siquiera hizo falta justificarlo.



Sólo quedaba una pieza para terminar el puzzle: Ava Moore. Pero para eso había que sacar a otra: Kimber. Porque no había universo donde esa mujer pudiera ser feliz mietras Christian Troy estuviera en él.

Ava se lleva a Matt, aunque no sepa darle amor y los doctores por fin se separan. Y así el engranaje se recompone y el mundo se ajusta. Los dos dejan libre a Julia y Christian deja libre a Sean.


Ellos siempre mentían, ellos sabían que la gente no iba a cambiar por más que le implantaran una talla 90 de pecho y le limaran el tabique, el alma es la misma. Pero para Sean McNamara todavía hay una oportunidad y será con el hijo de Ava. Y será sin su amigo.

Hay que cambiarlo todo para que todo siga igual. Y será Christian quien siga igual, tal y como empezó, en un bar, dándole una tarjeta a una doble de Kimber. Hay almas que no tienen remedio y Christian Troy seguirá destrozándolo todo, pero ahora, aquéllos a los que quiere están, por fin, a salvo.