28 abril 2009

La chica de ayer

No gané muchos amigos cuando dije que no me gustaba el Life on Mars original. Así que en este tema mi credibilidad es cero. Supongo que no puedo dar razones del porqué de mi aversión porque tampoco lo tengo muy claro, es cuestión de feeling. Lo que sí sé es que me gustó La chica de ayer. Y con esto supongo que se rompe esa regla mil veces escrita de que odio todo lo español.

Cuando empezó La chica de ayer yo me asusté, porque Ernesto Alterio aporreando puertas con un traje de Hugo Boss daba mucha grima. Y ese peinado y esos gestos de poli que siente cosas... Yo estaba mosqueadísima. Y en ese momento empecé a pensar en esa manía que tenemos en España de contratar actores buenos en vez de actores guapos. Porque nadie duda en qué equipo está Ernesto Alterio. Aunque lo hagan protagonizar comedias románticas todo el rato, guapo lo que se dice guapo no es para nada. Yo sé que estamos en una serie de polis que viajan al pasado y que tampoco necesitamos un adonis ya lo sé. Pero ¿por qué la chica es Manuela Velasco? ¿Por qué las chicas están buenas y los actores son buenos? Una vez colocado sobre la mesa este entretenido debate, sigo con la serie.

Tenemos a Ernesto Alterio vestido de Hugo Boss frente a la puerta del sospechoso y entonces sucede algo que a mí me hace feliz. Samuel no solo no golpea al chico, no hay nada de violencia en la persecución, todo es demasiado limpio y demasiado correcto. Samuel es un tipo metódico y aunque en el momento de la detención Alterio está algo sobreactuado, se ve que ahí hay una intención de darle al personaje un matiz definitivo para que todo funcione. Ahí no solo hay un trabajo del actor, ahí hay un intenso trabajo de guión y de dirección para que la serie vaya sutilmente en una dirección más conveniente para la historia. Algo que yo no había visto nunca en una serie española.



De todos modos en ese momento no todo es de color de rosa, Alterio está como perdido en un personaje demasiado dramático y yo echo de menos al cómico que adoro, entonces sucede. Cuando viaja al año 1978 (eficaz la decisión del cambio de época) el personaje por primera vez siente cosas que yo me puedo creer. Más que cabreado, Samuel se vuelve gilipollas. Y la llegada a la comisaría es desternillante. Hay chistes cojonudos, dirección se aprovecha de la vis cómica del actor que tiene delante y Ernesto Alterio da todo lo que tiene en servicio de un personaje que no puede ser gracioso nunca. Esto hace que todo funcione.

Cuando aparece Antonio Garrido una siente un resquemor, porque claro, tiene la misma edad que nuestro prota, pero eso es lo de menos. Funciona. A mí el acento neutro me saca un poco, pero Garrido me gusta y la química está. Y para hablar de química solo necesitamos la aparición de la chica que es preciosa, lo hace bien y pega como nadie con Alterio.

Otra de las cosas que me gustaron es el personaje del poli joven, un soñador que parece que estaba deseando que un Samuel llegara a la comisaría para empezar a hacer cosas importantes, me encanta. Se ve que además de la serie inglesa, los guionistas tuvieron en cuenta la americana que tiene a todos sus personajes mucho mejor definidos. El gordo fascista me toca un poco las pelotas, porque es demasiado cliché y además lo avisa todo el rato "Esto con Franco..." pero bueno, supongo que irá mejorando.

Me he dado cuenta de una cosa con respecto a las series inglesas modernas. Los ingleses hace tiempo que dejaron de ser sobrios. Guy Ritchie ha sido una influencia nefasta. Los ingleses lo que tienen es que necesitan usarlo todo para darle a su producto más empaque. Si Life on Mars se dedicara más a contar la historia que a mover la grúa no sería tan coñazo. Pero claro, ellos tienen a los Who y a David Bowie, los muy cabrones y si los tienen los usan, y para que les dure más meten la cámara lenta y todo se vuelve denso. La chica de ayer va al grano, tiene más ritmo y en vez de usar la grúa usa el drama.

La escena final, la del disparo en la prisión podría haber salido mejor, pero lo que cuenta es la intención. Dramáticamente funciona, no importa que la escena sea más o menos cutre. Esos personajes hacen las cosas por una razón y todo resulta lógico y natural cuando se hace con la cabeza.

Si yo nunca hubiera visto la serie original, estaría loca de contenta. Lo estoy, pero lo estaría más. Me alegro de que por fin haya una serie española buena. Copiada sí ¿y qué? Por algo se empieza.

22 abril 2009

Galáctica

Esta entrada contiene Spoilers.

El vacío que uno siente cuando se acaba una serie no se puede comparar con nada. Y yo antes creía que era directamente proporcional a los años que uno le había dedicado pero no. No tiene nada que ver. Vi Battlestar Galáctica durante 4 semanas de mi vida y hoy siento que esos personajes estuvieron conmigo años enteros.

Yo no soy nada de ciencia ficción. Me he leído algo de Arthur C. Clarke, amo Star wars, pero ya está. Nunca me interesó Star trek y no suelo ir al cine a ver cosas como Stargate, a no ser que salga George Clooney. Y si vi Galáctica fue porque estaba harta de ir cerrando blogs llenos de spoilers. Quería dejar de censurar. Había leído cosas realmente estupendas sobre la serie, pero la verdad que pensaba que todos estaban exagerando, porque casi todos los que adoraban Galáctica eran amantes de la ciencia ficción.

BSG es una serie de personajes cuya mayor virtud consiste en mostrarnos el paralelismo entre su universo y el nuestro. Guerra, corrupción, terrorismo, religión, intolerancia, racismo, todo encima de una misma nave. Conceptos reconocibles pero eficazmente colocados debajo de una trama en la que el bien y el mal se enfrentan. Humanos contra cylons. Hombres contra máquinas. La guerra definitiva.


En el documental "The fog of war" MacNamara terminaba explicando que el hombre siempre irá a la guerra, es su naturaleza y contra eso no se puede luchar, el tema está en encontrar el mejor estratega posible. En Galáctica ese hombre es Bill Adama, el encargado de lidiar entre lo ético y lo racional. El último capítulo de la serie nos devuelve al origen. Sorprendentemente el capítulo final está lleno de flashbacks que nos muestran el antes y el después del ataque cylon. El antes y el después de cada uno de nuestros personajes. Bill Adama vomita tirado en la acera, con la convicción de haber llegado al final. Un final que nada tiene que ver con el real, el del hombre que lo ha vivido todo y que ha dado todo lo que un hombre es capaz de dar.

Una de las cosas más llamativas de la serie, una de las cosas por las que yo he babeado desde el minuto uno, al margen de los estupendos misterios alrededor de la identidad de los cylons... es el de la creación de personajes. Y no sólo hablo de guión. Es imposible mantener la tensión en una serie así sin personajes que se aferren a ti desde el principio y no te suelten. Lee Adama, Starbuck, Gaius Baltar, Laura Roslin... eran todos maravillosos. En todas las series siempre hay uno que es tu ojito derecho. Aquí no. Los amabas a todos por igual. Los odiabas cuando tomaban la decisión equivocada, que era casi siempre, y cuando aparecían el mundo se esfumaba. Pero ¿Y los cylons? ¿Ustedes se han dado cuenta de que se trataba de las mismas personas? ¿Pero distintas? Podías diferenciar a cada número 6, a cada 8... sabías cuando esa china era Boomer y cuando era una que pasaba por ahí. Es increíble. Eso es escribir, eso es dirigir actores. Y bueno, esos actores... Qué matices, qué evolución. Qué tiene que ver la Starbuck de la primera temporada a la de la última ¿Y Baltar?

Mierda, sí que tengo un ojito derecho sí. A ver, he amado a Starbuck hasta la extenuación, pero solo Gaius Baltar podía ser mi ojito derecho. Ay dios, qué mal lo pasé. Sabía que era bueno hasta cuando era un hijo de puta. Solo lo odié un poco cuando se convirtió en mesías, pero no podía ser real. No podía ser ése su cometido. Tenía que ser algo más lógico. Tenía que reencontrarse consigo mismo, aceptar su origen y redimirse del todo.



Otra de las cosas que amé de la serie fue que sus cliffhangers eran medidos, inteligentes y honestos. Si disparaban a alguien, en el siguiente capítulo estaría como poco en el hospital. Nada de "ah, que el arma no estaba cargada" ni "solo fue un rasguño". No, disparo en toda regla. Mentiras las justas. Tampoco se regodearon en los misterios acerca de la identidad cylon. Los últimos 5 fueron descubiertos a la vez sin mucho aspaviento.

El final de Galáctica es uno de los más exquisitos que yo recuerdo de una serie. Primero porque lo cierra todo, no hay más que rascar, no habrá continuación si no es con una precuela. Al menos no con esos personajes y miren que me duele. Segundo porque el giro es radical. Esa dicha con la que los personajes se abrazaban en los primeros capítulos de la serie, cuando se encontraban en la nave después de una batalla, dio paso a la desazón. Su Llegada a la Tierra nada tiene que ver con la promesa de una vida mejor ni con la recompensa por el trabajo bien hecho. Esa gente allí se va a morir de aburrimiento, por Dios Santo. Sin embargo, existe una esperanza. Ellos no van a acabar con las guerras, desde luego que no, el hombre es el hombre, es su naturaleza y la guerra existe y existirá siempre, solo que puede que esta vez haya un matiz, un ligero cambio que haga que el ciclo no se cumpla. Es posible que esta vez la raza humana se mantenga en la Tierra y que el apocalipsis no llegue nunca.

Al menos así lo dejan caer al final esos dos Ángeles divinos. Esos que han sido testigos de la historia interminable entre humanos y cylons desde el principio de los tiempos y desde el final de los tiempos. Ángel y demonio, demonio y ángel del único Dios que ha habido siempre. El que está más allá del bien y del mal y todo lo ve. Ése que posiblemente esté rodeado de muchos más ángeles que bajen al mundo de vez en cuando para velar por nosotros.


El final de la tripulación de Galáctica no podía ser otro que el comienzo. Starbuck los devuelve al origen, a la vida, a la única civilización posible para que esta vez la historia de un giro. Es posible también que esto no suceda, es posible que todo sea cíclico y que vuelva a empezar una y otra vez la guerra inevitable entre las máquinas y sus creadores. Pero yo me quedo con la lectura positiva. Supongo que es una cuestión de fe. Yo creo en mis chicos. Que además de Kara Thrace, todos y cada uno de ellos siempre serán recordados.

15 abril 2009

Estúpidos

En estos días, como en Estados Unidos la cosa está parada, estamos viendo series nuevas y algunas de repuesto, que son esas series que solo vemos en períodos de sequía. Una de éstas es Curb your enthusiasm.

Yo nunca fui fan de Seinfeld, y no porque tenga un serio problema con las series sobre estúpidos que también, sino porque no había manera de que me interesaran ninguno de sus personajes. Jerry Seinfeld era tan hortera que me dolían los ojos. Julia Louis Dreyfuss, por Dios, era verla y querer tirarme encima de la tele con unas tijeras para cortarle el pelo, de George Constanza mejor no hablar y lo más grave es que Kramer jamás me hizo reir. Vi capítulos sueltos, algunos me hicieron mucha gracia, pero esa serie no estaba hecha para mí.




Con Curb your enthusiasm me pasa otra cosa. Me parece sensacional, me río muchísimo pero lo paso fatal. Quiero verla y no puedo. Sufro todo el tiempo y por eso la vemos sólo en circunstancias especiales, tengo que estar preparada. Yo puedo ver zombies, fantasmas japoneses caminando de espaldas, Kill Bill, vampiros... pero no puedo tolerar a los estúpidos. Lo digo en serio, es una fobia, me duele el cuerpo y lo paso francamente mal.

La idea de este post surgió en esta semana santa porque empecé a ver dos nuevas series de estúpidos: Party Down y Worst Week. Y me pasa lo mismo que con Curb your enthusiasm, las veo con una mano abierta tapándome el ojo.

Party Down es la nueva serie de Rob Thomas, el creador de Verónica Mars. Es una sitcom loquísima escrita nada menos que por Paul Rudd (suspiro de amor). Es de esas series que cuando un guionista la ve se pregunta por qué coño no se le ocurrió a él. La cosa va de un grupo de perdedores (actores y guionistas) que jamás lograron el éxito, o mejor dicho, ni siquiera se acercaron a él y que en la treintena deben currar de camareros para sobrevivir. Pero no son simples camareros, trabajan en una empresa de catering que en cada capítulo sirve en una fiesta distinta. Entonces la cosa va de cómo una panda de idiotas convive durante interminables horas con diferentes grupos sociales, todavía más idiotas claro. Una convención de jóvenes republicanos, ancianos buscando pareja, familias mediocres en urbanizaciones de lujo... no hace falta ser muy listo para imaginar cómo puede acabar una de esas reuniones.


Worst Week es diferente. Va sobre un estúpido pero mucho menos bizarro. Estamos en una versión por capítulos de "Meet the parents". Un idiota integral va a conocer a sus suegros y como quiere caerles bien... bueno, ya conocen el final. Es como Agárralo como puedas en versión sitcom. Es un suplicio para mí.




Me plantée hace poco que esto no me pasa con cualquiera. Por ejemplo no me pasa con Michael Scott, que es el mayor de los idiotas y creo que más o menos he dado con la clave.

La razón por la que soporto la estupidez de Michael Scott y no la de Larry David (y en el saco de este último meto al prota de Worst Week o los de Party Down) es porque The office se mueve dentro de la realidad. Aunque Curb your enthusiasm también juega con el truco del documental, no lo es para nada. La cámara no está. En The office sí y esa imposición existe en cada uno de sus elementos. Así si Michael Scott hace alguna de sus tonterías, las personas que están a su alrededor reaccionan desde la realidad. Pasan de él la mayoría de las veces, son personas dejadas, que ni les va ni les viene la decisión de Michael. Nos reímos de él pero las reacciones de sus víctimas no van a provocar ningún conflicto, actuarán desde la desidia. Pero hay algo todavía más importante. Michael no sabe que mete la pata, no cree ser un idiota. Y ahí está la clave. Michael cree que todo lo hace bien. Incluso sus errores los da por válidos.

Larry es consciente de cada consecuencia de sus actos. Sabe que va a provocar reacciones y esas reacciones se multiplican porque la gente que lo rodea es igual o más idiota que él. Es una idiotez ficcionada, exagerada. En The office se trata de una idiotez tan real que pasa desapercibida.

Curb your Enthusiasm tiene algo mucho peor que todas las sitcoms que he comentado, y es que todos hemos hecho cosas muy parecidas a las que hace Larry David. Porque los desencadenantes nacen de situaciones demasiado cotidianas y reconocibles. Es probable que muchos de nosotros nos hayamos cambiado de lavabo al descubrir el picaporte roto. Claro que si eso nos pasara no nos encontraríamos inmediatamente después con una niña psicópata que nos pidiera que le cortáramos el pelo a su muñeca. La realidad es mucho más aburrida.

Aunque estamos hablando de 3 series bien distintas, la estructura de las series de estúpidos es muy parecida. Todas ellas utilizan un gancho. Esa cáscara de plátano que nos muestran para que empecemos a imaginar consecuencias terribles. Como el pez japonés de Agárralo como puedas, esa especie en extinción que nos costó tanto conseguir. Háblale al idiota de tus tesoros y olvídate de ellos. La gente en la vida real no tiene cosas tan valiosas, por eso The office no nos duele tanto. Michael Scott sólo destroza el ánimo, es lo que tiene la clase obrera.

01 abril 2009

Serie

A ustedes las series americanas se las traen al fresco, no vamos a estar con tonterías. Ustedes lo que quieren es que yo sea muy mala, que critique hasta la sangre para luego ser apaleada por anónimos resentidos. Ya lo sé, si yo también. Pero permítanme de vez en cuando hablar de series de verdad, que las hay y todos tenemos que verlas.

El otro día en internet hubo una trifulca interesante entre dos bloggers, uno decía que los guionistas tenían que ver series nacionales y otro decía que no. El que decía que sí defendía que un profesional tiene que estar al día de lo que se está haciendo porque será mucho más fácil enfrentarse a una reunión de trabajo y adaptarse a las posibles peticiones y porque es importante saber qué funciona, qué se hace y por qué. Yo por supuesto estoy en esta posición y añado que a veces ver lo que está mal ayuda a mejorar. Aunque algo funcione, siempre se puede mejorar.

Sigo por ahí y me planteo que la mayoría de profesionales de la televisión ven poca televisión, pocos ven series nacionales, y la que ven es televisión de calidad. Lo digo por conversaciones que tengo por ahí y porque ya he dicho cien veces que a mí el Facebook me sirve para extrapolar y generalizar. Es bastante probable encontrarte con gente del medio y comentar el último capítulo de Los Soprano, pero bastante improbable que más de uno haya visto un solo capítulo de Águila Roja. Es bastante probable que la pongan a parir, sin embargo.

Si hablas con cualquier persona del medio, guionista, directivo de televisión... todos te dirán lo mismo a la pregunta ¿Qué series de televisión ves? Veo The Wire y antes veía Los Soprano. Parece que cuesta mucho ir más allá. Parece que cuesta saber qué serie te tiene que gustar y cuál no. Da miedo admitir que uno está entregado al mainstream. Veo The office pero la inglesa. ¿Perdidos? ¡Yo lo que me bajo es El prisionero!

Sí, pero no quería hablar de esto, aunque me sirve como introducción. Quería hablar de un debate que leo últimamente, el de la nueva televisión. Está de moda esto de Yo no veo televisión, yo veo "ficción de calidad". Claro que últimamente los conceptos están algo descolocados, para mí un capítulo de Californication es televisión. Lo es porque está creado para televisión y lo mismo da que yo me lo baje en unas horas, a que me lo grabe de Cuatro un par de meses después. Yo no voy al cine, yo veo películas. ¿A que nadie se jacta de eso? La televisión la vemos pero en diferido.



Y ahora sí llego a dónde quería llegar. Por razones que no vienen al caso (mentira, la culpa es de mi novio) nunca me enganché a Battlestar Galactica. En el primer post de este blog hablé de la serie y dije que me parecía una tontería aburrida donde siempre pasaba lo mismo. Sí, pero es que no la veía, solo la escuchaba de lejos cuando pasaba cerca de la puerta del salón. Decidí empezar a verla la semana pasada y ya voy por la mitad de la segunda temporada. Me veo un capítulo mientras desayuno, 3 de madrugada y con mucha suerte puedo ver uno a la hora de comer. Voy bien. Pienso que podré ver el final en menos de 2 semanas.

Una serie de 4 temporadas intensísimas, cardíacas, me la habré ventilado en un mes. No es sano. No es natural. Yo ahora no hago más que ver cylons por la calle. Entiendo que todo sea diferente a como era antes, entiendo que internet nos ha cambiado la vida. Que todo esto es estupendo, pero quiero reivindicar el poder de la televisión como medio para que millones de personas se sienten a la vez a disfrutar de un producto. Me parece cojonudo poder coger Battlestar Galactica cuando a mí me de la gana y verla entera. Poder decidir si el cliffhanger me va a provocar una sacudida en el corazón o va a ser solo un parón de un segundo. Pero no es justo. Esta serie merecía que yo la viera una vez a la semana, merecía que después de verla compartiera mis impresiones con mis amigos. Y no ha podido ser. Ni nunca podrá ser así. La televisión es cojonuda cuando se puede compartir. Es una pena que nadie se de cuenta de eso.

Si me dan a elegir por dios, claro que me quedo con esto. Me quedo con poder ver todos los días un capítulo de Gossip girl, uno de Mujeres desesperadas, uno de Ugly Betty, uno de Lost, claro joder, por supuesto. Pero si me dan a elegir lo que realmente quiero es despertarme un lunes y saber que esa noche a las 10 voy a tener mi dosis de televisión, voy a ver mi capítulo. Ahora podemos tenerlo todo. Pero yo lo que digo es que no puede ser que se aplauda que la televisión se haya convertido en un medio individual cuando la gracia estaba en su capacidad de unir gente. Quizás es un defecto de guionista. Ellos se comen la cabeza para dejarme a mí hecha mierda durante 7 días y yo cojo y me pongo otro capítulo enseguida y estropeo toda la fiesta.

Bah, esto solo era una excusa para decir que estoy viendo Galáctica, y que estoy fascinada.